Cuando el Domingo de Ramos llega. Nosotros los que nacimos en Cheguigo, ir hasta el panteón Domingo de Ramos. Nos quedaba muy lejos. Aún así ir, pasar por el Centro - éste estaba desierto -. El Seguro, el hospital Macedonio Benítez, no estaban construido. Era un patio enorme. Desde lejos se podía ver la iglesita del panteón.
Sí, muchas carretas, los bueyes algunos acostados movían la mandíbula como masticando algo. Esto es desde la entrada sur oeste. Una hilera de vendedoras de dulces n ambos lados d la entrada del panteón. Dulces de todo sabor: icaco, ciruelo en miel o cocido en agua, calabaza, almendra, limón relleno de coco, papaya, camote, tecojote - que llamamos manzanita -, "estorreja"...Ya adentro las señoras que venden regañadas - que en ningún lugar del mundo, lo vas ha encontrar -. Ellas en dos hileras, norte y sur. Cuando el domingo amanecía sin viento, "calma" como decimos. Era una dicha ir al panteón con mi abuela Antonina de La Cruz, cargando escoba, llevando cubeta para acarrear el agua. Y otro cargando el canasto de flores de guiee Cha'chi, guiee dáa' naa - cordoncillo-. Al llegar a barrer, ha rociar agua. Poner las flores. Colgar de la cruz el hilo de flores. Prender velas, veladoras. Una vez desocupados los niños que éramos. Subir sobre las tumbas. No se vendían huevos con harina, juguetes, cerveza no. Esto a la entrada, por donde está hoy la cárcel. Ahí estaban las " taberneras". Y pegado a ellas las garnacheras. No se vendían tlayudas, tacos. Tampoco había " Expo". Ya cuando ya era las 8 de la noche, y ya había pasado el tren. Que era un espectáculo verlo. Subiendo arriba de las tumbas. Entonces algunos ya con cierto sueño, con ganas de dormir. En ese momento la abuelita decía: ya! Vámonos.
No había que tomar taxi, los que llevaban carreta, pues regresar en carreta. Y los que no! A caminar. Eso sí, el canasto lleno de regañadas y de dulces. Las calles no estaban pavimentadas. A la altura de Reforma y Efraín R. Gómez, había un puentecito y un árbol de acacia - gui'cha huee'laa -. Esta era la Calzada.
El Gral Charis vivía. Entre las tumbas se alumbraban con linternas o reflectores de pilas. Algunas vendedoras tenían una lámpara de gasolina con un capuchón de hilo blanco tejido. La lámpara era de marca alemana.
Es así que al día siguiente, comentábamos lo que vivimos en el panteón. Los niños que éramos no pensábamos en dinero, era ir, conocer, disfrutar y lo que la abuelita nos daba lo aceptábamos con gusto Si era un tamal de iguana. Adelante! Y si tenía huevo , mejor!.
El lunes Santo iniciaba con miras al jueves, que ya serán " los días de guardar"...