Hubo una vez en la Tierra una gran calamidad, una gran hambre, una nunca jamás vista carestía de maíz. La muerte reinaba en el pueblo. Sus pasos, su sombra, llenaba de espanto a los hombres. Las trojes, los cuscumates, se iban agotando; se guardaba el grano, como oro que es, igual que un tesoro; se contaban los granos del maíz: ni uno más de la cuenta. Llegó un día en que ya sólo había una mujer que tuviera maíz. Su hijo hambriento, le imploraba unos granos. Y ella se los daba a disgusto, casi a la fuerza. Hasta que una vez se los negó, lloroso se marchó, maldiciéndola.
A la mañana siguiente, cuando la mujer abrió la troje, una nube de langostas irrumpió de ella, atronó el espacio, cubrió la luz del sol, inundó el aire de un fétido olor.
Desde entonces la langosta es azote de los sembrados. Y por eso tienen en el pecho un grano de maíz. La langosta es un grano de maíz con alas.
*Tomado del libro “Xcuidihuini, Leyendas Zapotecas” /Autor Andrés Henestrosa /Maporrua/México D.F./3ª edición 2014