
Solemne, con una mirada apacible que da el paso de sus más de setenta años, Victoriano López deshila un sermón por donde asoman resquicios de viejas palabras, oraciones enhebradas con antiguas sentencias teñidas por su sangre zapoteca y por citas hilvanadas en el libro que dejara Casiodoro de Reina allá por el siglo dieciséis.