El cabrón huave lo contó en español para que todos lo entendieran, no en su lengua mareña. La cuestión es que un día, dijo, que en busca de un doctor para que le encontrara cuál chingado era su enfermedad; todo el tiempo orinaba, parecía sapo, que estaba enflaqueciendo y se le nublaba la vista, pero muy burro el hombre, pues no entendió lo que el médico le dijo. Ya ven que todos los doctores dicen las cosas a medias para que ningún diablo les entienda. Total, le dijo que tenía diabetes, que tenía azúcar en el cuerpo, y de dio una bolsa de medicinas que el pagó con una deuda, pensando vender su yegua flaca de pesca.
Se fue. Cuando llegó a su casa atristado, un vecino le contó que también Fulana tenía la misma enfermedad. Pensó y dijo que iría a venderle aunque fuera la mitad de la bolsa de medicinas para que recuperar algo de lo que había gastado.
Al día siguiente tempranito fue al río a bañarse y se puso otra muda para hacer la visita. Cuando llegó a cerritos, la señora estaba preparándose a beber remedios caseros, le dijo que se sentía mal, ya que le habían dicho que tenía el cuerpo dulce, entonces él le propuso venderle su medicina, al fin y al cabo tenían lo mismo y que demás eso era mejor.
Contenta la Fulana, le dijo que tan luego vendiera unas gallinas le pagaría hasta el último centavo, que era fiado porque pronto no le quedaría deuda.
Platicaron tratándose de entender qué era lo que tenían y por cuales causas. Que el azúcar poco más o menos endulza algunas cosas y partes del cuerpo, que dejaba abierta las heridas y mucho se orina. Dijo él que más bien debería de tener el cuerpo amargo de tanta cerveza que había bebido en toda su vida; o debería de tener un sabor de alcohol le contesto ella.
Al final de todo el entendimiento, él le propuso algo mejor y más exacto para comprobar todo lo que habían dicho.
-Mira Fulana, para no tener dudas, yo mamo tu cosa y tu chupas mi parte; así sabremos quién es quien tiene el cuerpo más dulce de tanta azúcar.
Y lo hicieron, dijo, y descubrieron que si estaban dulces de muchas de sus cosas y otras partes del cuerpo también.
Así lo volvió a contar Ta Fan Mono.
*Tomado de la Revista “Guchachi reza”, Iguana rajada/Cuarta Época/número 38 marzo-abril 1993/p.25/Juchitán, Oaxaca.