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Fri, Apr

MICAELA (AUTOR ANÓNIMO)

Istmo
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Micaela, una bella melodía convertida en son regional istmeño, representa para los chihuitecos una de las motivaciones de un profundo respeto por este lugar, Chihuitán o Bixhahui, como acertadamente refiere en sus letras.

Durante mucho tiempo estas letras, con su propia música, quedaron, prácticamente, en el anonimato. Se daba a conocer al mundo, eso sí, bajo el nombre de Martiniana de Andrés Henestrosa (+). ¿Confusión?, ¿dolo?, ¿subestimación?, ¿plagio? No se sabe, eso queda para los críticos en la materia, sólo que se desplazó la letra original del hermoso son istmeño.

René Rueda al respecto en el 2014, en su libro Relatos y Retratos hace referencia a esa controversia, sin la menor intención de acusar o defender a los personajes que ahí se describen. Sólo es una referencia del valor cultural y poético de Micaela al pueblo chihuiteco.
Adán Cruz Bencomo, quien redacta el prólogo de ese libro, dice lo siguiente: “…en la recordación que hace aquí René, por ejemplo, de “La Micaela”, así de su letra -en zapoteco y en español- como de su autor anónimo e incluso de su registro musical, no quiere pasar por alto lo que representa esta canción para el legado de Bixhahui. Porque, es cierto, muchas personas pensaron que Andrés Henestrosa era el autor de la música, aún cuando él jamás se la arrogara, e incluso, lo aclarara y publicará en los diarios de circulación nacional.

“Yo, en los muchos, muchísimos años que estuve cerca de Henestrosa, jamás le oí decir que él era autor de la melodía ni mucho menos de la letra de “La Micaela”, refiere” Adán Cruz Bencomo en el prólogo. “Lo que sí le oí, en cambio, -y comprobé- fue que él nunca registraba la paternidad de canción alguna. Sus coplas las dejaba correr por el mundo para que fueran patrimonio del pueblo y para que las cantara quien quisiera. No obstante, es pertinente la precisión que hace Rueda del autor anónimo de ese conocido son istmeño -señaladamente para los chihuitecos- pues tan enternecedora y de alcances poéticos la letra de “La Micaela” como la de “La Martiniana”, de la que sí es autor Henestrosa, el gran escritor mexicano.” Así termina el comentario de quien fuera -o es- el biógrafo de Andrés Henestrosa.
A este respecto, existe una transcripción de las partituras de la Micaela, escrita por Margarito M. Guzmán (+) exdirector de la banda musical “Princesa Donají”, en 1964; y de la letra en lengua zapoteca de Dominio Público, misma que se da a conocer por el diario El Sol del Istmo, editada el 23 de mayo de 1964 en Juchitán de Zaragoza, Oax., que se dio a conocer como una “Publicación Aclaratoria”.

De igual manera Juan Henestrosa Zárate en el artículo “Sobre plagios y plagiarios” publicado en Panóptico Ixhuateco refiere que en una entrevista realizada en Junio de 1999 a Andrés Henestrosa, con relación a la controversia entre La Martiniana y La Micaela, textualmente dice: “…le pregunté a Henestrosa sobre el plagio del que lo acusaban los tehuanos. Molesto me respondió que, si había plagiado a alguien, en todo caso lo había hecho a España, ya que, para él la música istmeña tenía este origen”.
De ahí el interés de rescatar la letra y música originales que enorgullecen y dan vida literaria a un pueblo, que, tal vez las nuevas generaciones ni siquiera saben dónde queda, pero sí los ancestros que todavía hace algunos años llegaban en carretas, mulas o cualquier otro medio de transporte de esa época e incluso caminando, a la ancestral fiesta de Cuarto Viernes (romería) a festejar al SEÑOR DE CHIHUITÁN, el Cristo Negro.
En Chihuitán se daban cita gran parte de las etnias del estado: los zapotecas del valle y del istmo, mixes, chontales, ikoots (huaves), zoques; feligreses y comerciantes de Chiapas y sur de Veracruz, principalmente. Se tiene referencia que a Bixhahui llegaban, aproximadamente, 50 mil personas que se quedaban a pagar su manda y hacer comercio durante toda la semana de estancia. La historia, pues, va más allá de una simple ubicación geográfica.
Hablar de Chihuitán es hablar del majestuoso y venerable antiguo templo de los frailes dominicos construido en el siglo XVI y en consecuencia del Señor de Chihuitán, el milagroso Cristo Negro que hace siglos se apareciera en un humilde chiquihuite en plena Cuaresma, se dice, en una tarde lluviosa.

El Señor Bixhahui, dicen las estrofas de Micaela, es el principal protagonista de esta historia convertida en poesía y que se venera con infinito amor.
Se sustenta, comprueba y aclara ese pasado acontecer interpretado con realismo, porque lleva impreso el empuje y la esperanza de un pueblo, el pueblo de Bixhahui, que así lo llaman aún los oriundos del glorioso Istmo de Tehuantepec; término que se agradece, porque es impacto de la lengua materna desarraigada, desgraciadamente, por motivos históricos de mezcla de razas, que convierte en mestizos, pero sin perder el orgullo de ser zapotecas.
Con ello, lo único que se pretende es arrancar al pasado sus secretos y viajar por los senderos de la verdad. Con esta investigación se trasciende al presente en ambas direcciones: al pasado y al futuro. Y, por supuesto, dar a Micaela dos valores fundamentales: Valor poético y Valor musical. Porque darle el valor en su justa dimensión, es atestiguar la antigüedad de éste histórico pueblo, que ya Fray Francisco de Burgoa en su Descripción Geográfica de la América Septentrional (1674), hace referencia en sus páginas. Además de aparecer en mapas y escritos primordiales del siglo XVI.

Si algún juicio se debe de emitir sobre Micalea, es que tiene una expresión llana, pero de gran relevancia humana que llega a la divinidad. Porque en letras sencillas es vasta y única. Su contenido es esencial, pero se materializa abundantemente de preceptos como el amor, la fe y la esperanza, principalmente, y que trae añoranzas inolvidables.

Con este trabajo, lo que se hace, es investigar por el amor a la tierra, la tierra de todos los chihuitecos amantes de su cultura. Pueblo que no conoce su historia tiende a estancarse, sin tener la visión hacia el futuro.

 

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