"LA BENDITA PÁLIDA TINTA"
Fue por referencia como me enteré de la existencia de esta piedra, la que ya para entonces era conocida como ‘la piedra resbalosa’ o ‘la piedra resbaladilla’. Esta piedra se encuentra en el callejón Escalerillas del barrio Laborío, la que está entroncada a la calle Mina.
Recuerda la memoria colectiva que en 1987 la piedra resbalosa se negó a ser sepultada completamente por el concreto hidráulico. Ahí está, ahí sigue, resistiendo los embates del olvido.
Estoy seguro que aún conserva como reliquia la risa de los niños, esa risa, la que le vino a cerrar su ciclo litológico, pues la alegría de los infantes al deslizarse sobre su lomo, terminó por crearle un alma. Recuerdo que eran los años en donde los niños tehuanos éramos felices con las cosas sencillas.
Recuerdo que cursaba el cuarto grado de primaria, y cuando salía de clases, me apresuraba para llegar a la piedra resbalosa y jugar con mis amigos.
Recuerdo que en muchas ocasiones logré atrapar esa sentencia calientita que apenas iba saliendo de su boca, sentencia que, cada vez que les campaneaba el hipocampo, mis amigos lo recitaban a manera de estribillo << Al mediodía / no juegues sobre la piedra / ya que a esa hora / los duendes juegan / y jugarán con tu sombra / la desgarrarán / y no podrá defenderse, porque a esa hora / tu sombra se encuentra delgada / débil / indefensa / luego / tu cuerpo caerá enfermo y después morirá >>
También nos germinó la idea que los abuelos sembraron en nuestra imaginación, que debajo de la piedra resbalosa se encuentra enterrado el tesoro de Moctezuma, el Huey tlatoani mexica (Gran gobernante), que ahí lo enterró para que nunca fuera encontrado por los españoles. Ellos padecían de una extraña enfermedad que sólo se curaba con el oro. Recuerdo que también nos dijeron que en ese lugar los naguales iban a medir su fuerza.
Hoy visité a la piedra resbalosa y reviví los felices días de mi infancia. Lo mismo le ocurre a mucha gente que emigró hace muchos años de Tehuantepec, que cuando regresan, llevan a sus hijos o sus nietos a conocer el lugar en donde tantas veces jugaron cuando fueron niños y en donde desgastaron su ‘veintiúnica’ muda de ropa.
¡Nosotros lo vimos, nosotros lo vivimos, quede esto como testimonio para nuestros hijos!