Juchitán, Oax.-(Cortamortaja) 17 de febrero de 2022.- Wilber no es un hombre fornido, ni alto, es todo lo contrario, a lo mucho uno 60 de estatura y con 60 kilos, pero carga hasta cuatro veces su peso. Éste hombre de 45 años curtido por el sol calcínate de Juchitán, es uno de los pocos carretilleros que posee la ciudad, sin saberlo es uno de los pocos herederos que aún quedan de un viejo oficio prehispánico, los tamemes.
Él no tiene idea que antes los carretilleros eran los tamemes que llevaban a sus espaldas tributos, personas y artículos del comercio prehispánico y que luego se convirtieron en los subordinados cargadores de los señores de la Colonia, pero ni falta le hace saberlo, sólo entiende que es un oficio digno que lucha por sobrevivir en un espacio saturado por vehículos particulares y públicos que buscan acaparar el mercado.
Wilber Ruiz Luis cumplió 22 años como carretillero. Antes del terremoto y de la pandemia todos los días estaba sentado debajo de un árbol de guie xhuba frente al palacio municipal de Juchitán, frente a él una hilera de carretillas de madera color azul, hoy está en la esquina donde se localiza una tienda de telas. En días “jodidos” como los bloqueos, él espera hasta dos horas para lograr una carga, en temporadas buenas como diciembre, Semana Santa o Todos Santos, no descansa ni un minuto.
Él y los demás carretilleros comienzan la jornada a las 6 de la mañana, son de los primeros en llegar al mercado de Juchitán , a esas horas Wilber espera paciente en la parada de los autobuses que vienen de San Blas Atempa, Álvaro Obregón, Xadani y demás pueblos cercanos a Juchitán con mercancía.
En buenos días, los carretilleros llegan a cargar en un sólo viaje hasta 300 kilos en su carretilla y caminan con ella hasta 500 metros a depositar la carga hasta algún vehículo. El día más tranquilo realizan de 15 a 18 viajes , los mejores logra de 25 a 40 al día , concluyendo la jornada laboral a las 4 de la tarde, así de lunes a sábado.
Antes de la pandemia, confiesa, tenía hasta 10 horas de trabajo, en ese tiempo Wilber lograba cargar hasta mil kilos , pero aunque es muy buena paga, no compensa el desgaste físico que ha sufrido con los años; dolores musculares, dolores de espalda, de rodillas y todo lo relacionado con las articulaciones. El trabajo disminuyó mucho y por consiguiente la entrada económica se redujo.
“Es un trabajo muy pesado , aunque se gana bien, igual se chinga uno mucho. Al llegar a casa ya nos duele el cuerpo, por eso cada mes vamos a que nos den masajes para relajarnos, para poder continuar con este oficio que nos da de comer, que le da escuela y educación a mis hijos. No hay trabajo en la ciudad y ésta es una muy buena opción, pero ya somos muchos”, explica mientras camina a prisa sorteando los carros que se le atraviesan en el ajetreo.
De 10 a 15 minutos el tiempo que realiza de un punto del mercado principal de Juchitán hasta alguna parada de autobús o taxi. Las cargas que normalmente le asignan va de sacos de cemento, sacos de limones, azúcar , sacos de mazorca , chayote, camote, cajas de pescados y camarones, así como comida.
“Nuestra ventaja es que los taxis, los mototaxis y las camionetitas no pueden ni quieren llevar tanta mercancía, además que se les ensucia, pero nosotros además de cobrar barato no nos importa carga tanto, hasta 300 kilos aguanta la carretilla. A veces meto mi triciclo”, detalla.
Los bloqueos son su “coco”, porque sus clientes , las comerciantes de Puente Madera y San Blas Atempa, evitan llegar a Juchitán , cancelan todo tipo de comercialización con Juchitán.
“Nos pega feo los bloqueos, las mujeres que les acarreamos sus mercancías no llegan a Juchitán , cada vez que cierran la carretera nosotros también salimos lastimados, a veces sólo logramos conseguir 50 pesos al día, nada”.