La comparación sobre incidencias delictivas, saliéndonos de nuestro contorno, pareciera mejorar. Nos atrevemos a mencionar que fuera de México, el ámbito gubernativo mejora. La revisión de presuntos avances en materia de responsabilidades compartidas socialmente hablando y su relación con el gobierno, son ventajas admirables en otros países, aunque no se comprenda la ilegitimidad de lo abarcable en aspiraciones genuinas, por medios inadecuados a la norma esencial.
El ‘proyecto de vida’ es un espacio de aspiraciones que no necesita reconocimiento alguno. Para el contagio social de aspiraciones colectivas, las manifestaciones de arraigo se dan de maneras diversas: caprichosas, convencidas, dudosas, amigables, bienintencionadas, revocables al menor cambio decisorio, por periodos prolongados, desinteresadas, condicionadas, tangibles, intangibles, se ofrecen todas y no se ofrece nada, es esto y aquello y lo que fue antes y lo que será después. Termina por ser lo único que queda y lo menos que se puede ofrecer. El ‘proyecto de vida’ es la clave para derribar barreras culturales que sacrifiquen cual perversión las invasiones a la privacidad y la consulta interna, barridas por una campaña de desprestigio al ego. El conflicto intra psíquico es ya una inteligencia compleja que se adapta a estadios de supervivencia.
Amenazar el ‘proyecto personal’, ha hecho que se criminalicen las decisiones en apariencia erradas, de un supuesto motivo superior al personal que no se logra justificar si no se amenaza con el acto republicano de debatir lo que más le conviene a la mayoría. Luego, entonces, la minoría no es preocupante para el Estado. Se administra como una dosis rutinaria en tanto se llegue a controlar los límites de la participación ciudadana. La movilidad social ya no es un ‘proyecto de vida’, ahora se abre la compuerta dependiendo de qué estimulo se active. La sociedad contemporánea habita una vivienda consultada por encuestas. Se obtiene un trabajo dependiendo de con qué baches se desea participar. Ya ni siquiera lo más complejo en la urdimbre selectiva es una barrera infranqueable. Ahora, los hoyos puestos en la pendiente que se juegan azarosamente en una feria de pueblo, dan por resultado el precio de tu participación rodante: la nada, por no participar y el éxito por participar atendiendo a la codicia que ambiciona el régimen.
Como diplomáticos de carrera primerizos, salir del país es lo primero que se nos ocurre cuando el mundo tan insignificante que habitamos explota de complejidad, pues pensamos que el control social aplicado desde espacios de intervención externos nos ha dejado desamparados. Da lo mismo pensar si este país nos recibirá o aquél otro. La cosa es ‘pelarse pa’ pronto’ de este infierno que desborda flama humeante y diablos como cosijos. De esa magnitud se pinta México, el lugar que nos recibió como desarrollo bioético y a quien le repelamos su desborde geográfico y recursos bióticos. La vemos hecha un laboratorio de la muerte, cuando es un vasto campo de transferencia emocional, afectiva.
Después de varios ‘palos de ciego’, la contemporaneidad regresa a sus cauces originales: reclama al ‘proyecto de vida’ como aspecto interesante a reconocer. Sirvieron de poco, quizá, los reclamos que la modernidad calificó de excesiva en las manifestaciones públicas. Para la mano siniestra (la izquierda), sí sirvió de mucho, y a eso se debe el cambio hacia la defensa del ‘proyecto de vida’. ¡Vaya presunción! Cualquier manifestación social hoy en día, se utiliza para abanderar el ‘cliché’ de que sirve salir a las calles a manifestarnos. Muchos nos quedaríamos con la ‘rebelión masificada’ que en catarsis ofrece visiones temporales y desconectadas de una ‘realidad sólida’. El consumo de la ‘realidad líquida’, dice que salgamos y quien se quede en casa que se atenga a las consecuencias. Así, de buena manera, uno sale a ver qué pesca, y en la tarraya se quedan las nimiedades selectivas de una manifestación con ganancia pírrica. Los oportunistas salen a ‘limpiar su honra’, ¡ya qué!, la bienvenida se otorga para no meterse en ‘camisa de once varas’.
Ir a la carga es la misión, se empodera al movimiento, no a los sujetos que parten entusiasmados a dar la batalla y la cara. Muchos encubren a pocos. Ahora la ‘minoría’ es la encubierta. Tañe el badajo de las campanas, el ganado sigue a los líderes. Y todos moribundos, se entregan a la lisonja de unos cuantos. Salir a las calles, es la tabla de salvación de la clase media, que se sabe aletargada, moribunda. Los nombres cambian, y los ‘nuevos movimientos sociales (NMS)’, según Claus Offe, presentan esa retahíla de ‘corrientes’, ‘frentes’, ‘coordinadoras’ y ‘juntas’.