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Fri, Apr

El plátano

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Aquí entra ahora, con el traje ceñido al talle, el plátano, el otro árbol incorporado a la religión zapoteca. Como sus hermanos el carrizo y el olivo, era distinto antes de Jesucristo. En aquellos tiempos, apenas brotaba agregándole estatura, la última hoja se abría al sol como una amplia mano; pero cargado de frutos, el hombro inclinado, simuló siempre un Jesús vegetal camino del calvario. Así era este árbol fresco de los trópicos cuando aún no venía Jesús.

Pero un di asubio a su copa el Niño del viento, cargado con la noticia de que el otro, el Niño Dios, huía hasta esconderse en la noche, perseguido por judíos.

La noche de aquel día el plátano se dio tal prisa que al amanecer, con una hoja nueva, estaba más alto. Y la hoja lehabía brotado enrollada; y aunque no lo decía, eso era para que el fugitivo pudiera, a plena luz, descansar envuelto en ella, Y Jesús varios días dejo de huir.

De la hoja, la noticia bajo a la flor y de la flor al fruto. Y del fruto, el que se llama guineo, más que los otros, esconde dentro de su carne formadas con semillas minúsculas cruces.

Po esto las gentes zapotecas, cada vez que corta uno, si no pueden evitar cortarlo, se llenan de señales de la cruz el rostro, y la boca de exclamaciones. Y perpetúan esta leyenda volviendo a referirla.
*Tomado del libro “Los Hombres que Dispersó la Danza” /Autor: Andrés Henestrosa/Edición conmemorativa de los 50 años de su publicación y de las Bodas de Oro Literarias de su Autor/ 1979/Impreso en México.

 

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